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martes, 23 de julio de 2013

La resurreccion

egún cualquier parámetro religioso o secular, Jesús continúa siendo la

figura más destacada de la cultura occidental. Dos milenios después de

su muerte, dividimos en dos partes el calendario de la historia

humana: el antes y el después de Jesús. La ciencia, el arte, la

política, la economía y la ética de una u otra forma han estado a

través de los siglos ligados a la influencia cristiana.

La llegada del cristianismo no sólo marcó un cambio en el calendario,

sino en el mismo pensamiento humano. La creencia de que la vida eterna

era patrimonio exclusivo de deidades antiquísimas quedó desvanecida y

remplazada por la esperanza en la resurrección para todo creyente en

Jesús. Entre muchos otros aspectos, la creencia en la resurrección

transformó el cuidado humano que se les daba a los enfermos,

especialmente a los desahuciados. Previo al cristianismo, las personas

con enfermedades contagiosas eran abandonadas en las calles para que

murieran irremisiblemente. Esto cambió después de la muerte y

resurrección de Jesús. La emancipación del temor a la muerte producida

por la resurrección, y su consecuente promesa de la vida eterna,

llevaron a los nuevos conversos cristianos a poner en riesgo sus

propias vidas para cuidar a los desahuciados de la sociedad.

Sin embargo, hoy en día hay quienes dudan de la resurrección. No todos

atribuyen a la resurrección el mismo valor. Algunos creen que el

cristianismo podría prescindir de la doctrina de la resurrección.

Piensan que la sustancia del cristianismo reside exclusivamente en las

enseñanzas de Jesús más allá de la resurrección. Otros sugieren que la

resurrección es simplemente un mito creado por los autores bíblicos

luego de sufrir la muerte infame de su gran héroe en manos de los

soldados romanos. Sugieren que todo fue una conspiración concertada

por discípulos desesperados, cuyo único fin era cubrir la vergüenza de

su creencia y el repudio público.

¿Podemos los cristianos aceptar estas premisas? Podría ser. No hay

duda de que Jesús fue un gran maestro y que la utilidad de sus

enseñanzas trasciende el cristianismo y ha logrado fama mundial.

Tampoco dudamos la posibilidad de la creación de mitos. Pero

contrariamente a las sugerencias críticas, el registro bíblico

presenta poderosas y consistentes evidencias que reafirman nuestra fe

en la veracidad histórica de la resurrección.

Las evidencias muestran la certeza de la resurrección

Resumamos primeramente algunas de las objeciones a la resurrección y

luego analicemos las posibles respuestas.

Objeción 1: La resurrección es irrelevante para el cristianismo. El

apóstol Pablo, uno de los principales escritores bíblicos, declaró: "Y

si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es

también vuestra fe… Si en esta vida solamente esperamos en (un) Cristo

(no resucitado), somos los más dignos de conmiseración de todos los

hombres" (1 Co 15:14, 19). Esta declaración apostólica deja en claro

que la resurrección no es opcional para el cristianismo. La

declaración no es única ni está aislada. Está acompañada de otros 150

versículos de los evangelios y de otras 160 referencias del libro de

los Hechos y de las epístolas del Nuevo Testamento. Es posible que

para otros movimientos religiosos, como el Budismo y el Confucianismo,

sea de valor relativo. Pero para el cristianismo la resurrección es

fundamental. Jesús mismo declaró: "Yo soy la resurrección y la vida;

el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Jn 11:25).

Objeción 2: La resurrección es un mito. Hay estudios que demuestran

que se requieren por lo menos dos generaciones (80 años o más) para

corromperse una historia hasta el punto de convertirse en mito. No

habían pasado más de 20 años después de la muerte de Jesús cuando ya

estaba documentado el hecho de la muerte y la resurrección de Jesús:

"Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo

murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue

sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1

Co 15:3, 4). Esta declaración fue escrita alrededor del año 51 de

nuestra era. De ser falsa la historia de la resurrección, hubiera sido

relativamente fácil desmentirla como cualquier otra historia falsa.

Existía suficiente proximidad histórica para consultar las fuentes

originales y exponer la supuesta farsa.

Objeción 3: Acto de conspiración. La teoría de la conspiración es una

de las teorías más populares. Está compuesta por dos elementos: que la

tumba estaba vacía y que los discípulos se pusieron de acuerdo para

decir que Jesús había resucitado. Aquí se presentan varias

dificultades.

La primera dificultad consiste en explicar el motivo. La idea de que

el Mesías resucitara de los muertos no era contemplada por la cultura,

las tradiciones y las creencias judías, ni aun por los discípulos. No

existía la noción de un Mesías muerto que luego resucitara. Por el

contrario, al igual que otros tantos críticos de Jesús, los discípulos

se encontraban en un estado de incredulidad. Aun cuando las mujeres

les dieron las noticias de la tumba vacía, los discípulos dudaron.

Tomás dijo: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y

metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su

costado, no creeré" (Jn 20:25). Así que fraguar una mentira acerca de

la resurrección del Mesías, que ni los mismos discípulos ni sus

oponentes creían, parece bastante improbable.

La segunda dificultad es explicar el motivo de utilizar mujeres como

testigos para consumar la mentira. En la sociedad antigua judía el

testimonio de un gentil (extranjero), un pastor de ovejas y una mujer

eran inválidos ante la ley. Su testimonio no era considerado con

seriedad. Sencillamente, ellos no eran personas creíbles. Si estamos

hablando de una conspiración, sería más factible formular una mentira

con testigos más "confiables" que con mujeres, que a la vista pública

ya estaban desacreditadas, a menos, por supuesto, que la historia

fuera verídica.

La tercera dificultad estriba en la respuesta de las autoridades

romanas y judías. Si la tumba no estaba verdaderamente vacía, no

habría pasado mucho tiempo antes que las autoridades hubieran

desmentido la supuesta conspiración y presentado públicamente el

cuerpo de Jesús. Sin embargo, no tenemos registro alguno, romano ni

judío, de que éstos fueran los hechos.

Si los hechos hubieren sido así, y se hubiese presentado con certeza

el cuerpo de Jesús, tendríamos que explicar el desconocimiento hasta

nuestros días de la sepultura de Jesús, y por qué los discípulos no

hicieron del sepulcro un lugar de adoración, como tantas otras

religiones han hecho a través de las edades con los sepulcros de sus

fundadores. Deberíamos también explicar el motivo que transformó la

vida de unos tímidos discípulos, escondidos por la vergüenza de su

chasco y temerosos de morir a manos de los que tomaron la vida de su

maestro, en seguidores valientes, al punto de salir y proclamar a un

Jesús resucitado, aun al costo de sus propias vidas. Es contradictorio

que los discípulos, habiendo antes negado a Jesús y temiendo después

por sus propias vidas, estuvieran dispuestos a morir por el testimonio

de la resurrección, considerándose ésta un mito. De acuerdo a la

historia, todos menos Juan fueron muertos porque rehusaron renunciar a

sus convicciones.

Es sencillamente inexplicable que el cristianismo haya sobrevivido, si

la muerte y la resurrección de Jesús fuesen un mito o una

conspiración. Muchos historiadores señalan hoy que los romanos

crucificaron por lo menos media docenas de otros líderes judíos que se

autoproclamaron mesías. ¿Cuál fue el resultado de dicha ejecución? Los

movimientos o grupos de los presuntos mesías fueron disueltos, y

quedaron en nada. Con el cristianismo, sin embargo, la historia fue

diferente: el mismo imperio romano que crucificó a Jesús luego se

convirtió al cristianismo. Hoy, una tercera parte de la población

mundial profesa ser cristiana.

En última instancia, la explicación más razonable por la cual los

discípulos y seguidores de Jesús sostuvieron sus convicciones sobre la

resurrección es porque fueron testigos del hecho. La autenticidad de

la resurrección transformó sus vidas, y no solamente la de ellos sino

las de generaciones posteriores que les siguieron.

Durante esta Semana Santa, multitudes se congregarán para celebrar la

resurrección de Cristo. De acuerdo a estadísticas demográficas, el 78

por ciento de los habitantes de los Estados Unidos cree que Jesús

resucitó de los muertos y el 80 por ciento de la población se declara

cristiano. Para los que celebran esta semana, la resurrección

representa esperanza y promesa, la esperanza de la emancipación del

temor a la muerte. Infunde la certeza de que la muerte no tiene la

última palabra, que este mundo con su sinrazones y sinsabores no es la

culminación de la historia humana, que podemos vivir confiadamente

porque nos espera la seguridad de un futuro mejor.

La pregunta es: ¿Qué representa para usted la resurrección?

¿Transformará la tumba vacía su vida, tal como transformó la de los

primeros discípulos, que de escépticos creyentes, cautivos del temor,

se convirtieron en personas llenas de tal entusiasmo que

revolucionaron imperios? ¿Podemos exclamar con Job: "Yo sé que mi

Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, y después de

deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios" (Job 19:25, 26)?

 Ángel H Hernández (PhD., Andrews University, EE.UU.)

*Publicado en la revista El centinela, abril de 2006. Adaptado por el

Ministerio de Investigación Adventista.

1 comentarios:

ANABELEN dijo...

https://platinumpeachpress.com/como-orar-por-una-mujer/
Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron (Romanos 5:12).

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