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viernes, 1 de julio de 2016

Viernes 1 de julio 2016. Matinal para adultos – ¿Soy yo el guardián de mi hermano? – 1

Viernes 1 de julio 2016. Matinal para adultos – ¿Soy yo el guardián de mi hermano? – 1          

«El hombre se unió a su mujer Eva, y ella concibió y dio a luz a Caín. Y dijo: “¡Con la ayuda del Señor, he tenido un hijo varón!”.  Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a pastorear ovejas, mientras que Caín se dedicó a trabajar la tierra». Génesis 4: 1, 2, NVI
HACE UNOS AÑOS, el Servicio Postal de los Estados Unidos emitió un sello conmemorativo que rendía homenaje a la célebre Boys Town USA [Ciudad de los Muchachos EE. UU.], situada a las afueras de Omaha, Nebraska. Iniciada en 1917 por el Padre Flanagan para un grupo de cinco muchachos vagabundos que se habían fugado de casa y que el sacerdote había acogido, la Ciudad de los Muchachos EE. UU. ha llegado a ser, partiendo de ese humilde comienzo, un centro aclamado internacionalmente por la compasión y el cuidado de muchachos delincuentes y privados de derechos… y hoy también de muchachas. El sello conmemorativo representa a un joven «golfillo» (como los llamaba la generación de mi padre), un granujilla de la calle, de pie, a la entrada de la Ciudad de los Muchachos. Por lo visto, se le ha formulado una pregunta sobre lo que lleva a la espalda y si no es tremendamente pesado. Porque, bajo esa célebre imagen, figura la respuesta del muchacho no tan pequeño: «No es pesado, señor; es mi hermano». En busca de ayuda, el joven había llevado a su hermanito todo el camino andando hasta las puertas de la Ciudad de los Muchachos.
«No es pesado; es mi hermano». ¡Si tan solo hubiéramos oído esas palabras en otras circunstancias mucho tiempo atrás tiempo! No puedes leer el primer «relato familiar» de toda la Biblia y no esperar que quizá esa vez la historia acabe de forma diferente. Pero nunca lo hace.
Hubo una vez, hace muchísimo tiempo, tras una terrible debacle moral, un padre y una madre a los que nacieron dos muchachos. A su hijo mayor lo llamaron «Adquirido» —dado que la madre estaba casi segura que este era «el Hombre» que Dios había prometido enviar al linaje humano para librarlos a todos de la terrible caída de Edén—. (El hebreo pone, literalmente, «He adquirido un hombre Señor», lo que sugiere que Eva esperaba que Caín pudiera ser el Libertador de Génesis 3: 15). Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo y nació un segundo muchacho, se refleja la cruda realidad de una espera quizá muy larga en la forma en que Adán y Eva llamaron a su segundo hijo: «Vanidad/Vapor».
Cuán rápidamente en la familia humana (incluso hoy), callada, dolorosamente a veces, devaluamos nuestros sueños y nuestras esperanzas más queridos de la promesa de liberación a la vanidad de la vacuidad… a solo unos pasos del ara matrimonial del jardín. Sin embargo, ¡qué tranquilizadora es la promesa de que el Dios que nos hizo familia nos llevará sobre su espalda, llena de cicatrices de latigazos, hasta las puertas de la eternidad! «No es pesado; no es pesada; no son pesados: son mis hijos».

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