Lección 2 // Miércoles 6 de julio
EL CUIDADO DE LA TIERRA
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén,
para que lo labrara y lo guardase” (Gén. 2:15). ¿Qué principios, si los hubiere,
podemos obtener de este texto, que deberían influir en el modo
en que cuidamos nuestro planeta?
Antes del pecado, Adán y Eva tenían la mayordomía delegada sobre todo lo
creado, y gobernaban la vida vegetal y animal. Pero, después del pecado, toda
la naturaleza pareció rebelarse contra ellos tal como ellos se habían rebelado
contra Dios. Los humanos se vieron impotentes frente a los elementos (clima,
agricultura, animales).
“Adán había sido rey de los seres inferiores y, mientras permaneció fiel a
Dios, toda la naturaleza reconoció su gobierno; pero, cuando pecó, perdió su
derecho al dominio. El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada,
se extendió a toda la creación animal. De ese modo, no solo la vida del
hombre, sino la naturaleza de las bestias, los árboles del bosque, el pasto del
campo, hasta el aire que respiraba, hablaban de la triste lección del conocimiento
del mal” (Ed 26, 27).
Hoy sufrimos los estragos de los desastres naturales de nuestro ecosistema
deteriorado, y hacemos grandes esfuerzos para usar la tecnología y la industria
con el fin de protegernos. Sin embargo, mucha de esa misma tecnología daña
nuestro planeta. La ecología es un tema moral, ético y teológico, ya que la explotación
de la Tierra puede conducir a grandes penurias para otros.
“Los adventistas abogan por un estilo de vida sencillo y sano, en el que la
gente no entra en la rutina del consumo sin límites, la acumulación de bienes y
la producción de basura. Se necesita una reforma en el estilo de vida, basada
en el respeto por la naturaleza, la restricción del uso de los recursos humanos,
la evaluación renovada de las necesidades personales y la reafirmación de la
dignidad de la vida creada”.−“Declaración oficial de los adventistas del séptimo
día sobre la mayordomía del medioambiente”, 1996.
¿De qué forma llegamos a un equilibrio correcto, siendo buenos mayordomos
de la Tierra y, al mismo tiempo, evitando el peligro de convertir la Tierra y el
medioambiente en dioses, a quienes muchos casi adoran? ¿Qué advertencia podría
tener para nosotros Romanos 1:25?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario