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lunes, 27 de junio de 2016

Lección de Adultos 14, Martes 28

Martes 28 de junio:

Enemistad y expiación
Lee Génesis 3:14 y 15. ¿Qué quiso expresar Dios cuando le dijo a Satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya (Gén. 3:15)? ¿Qué esperanza encontramos allí para nosotros?

En hebreo, la palabra enemistad comparte su raíz con los términos hebreos para odio y paraenemigo. Al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, la pareja se puso, junto con toda la humanidad, en enemistad con Dios (ver Rom. 5:10; Col. 1:21; Sant. 4:4). Aquí, la promesa de Dios implica que Dios pondría en movimiento su plan de atraer a la humanidad de nuevo a sí mismo, desviando su enemistad hacia Satanás. De este modo, al trasladar la enemistad con él hacia Satanás, Dios establecería una avenida por la cual salvar a la humanidad y, al mismo tiempo, no violar los principios de su divino gobierno. Esto, en su sentido original, se conoce como “expiación”: lo que Dios hizo y está haciendo para restaurar lo que se perdió en la Caída.

¿Qué revelan los siguientes textos acerca de la expiación? Lev. 1:3, 4; 1 Cor. 5:7; 1 Juan 1:9.

La raíz de la palabra expiación, es el término latino expiare, que significa borrar una culpa o una mala acción. La idea involucra que la justicia demanda que alguien que hizo algo malo, o violó una ley, pague una penalidad por ese hecho.

En nuestra situación, nosotros pecamos pero, en el plan de salvación, la muerte de Cristo como sacrificio, la expiación, nos libera de las consecuencias legales de ese pecado, pues Cristo mismo pagó la penalidad por nosotros. El castigo que legalmente debió haber sido nuestro (el gobierno de Dios tiene sus leyes) fue dado a Jesús. De ese modo, las demandas de la justicia se cumplieron, pero fueron satisfechas por Jesús en lugar de por nosotros. Aunque somos pecadores y hemos hecho lo malo, somos perdonados y justificados ante su vista. Esto es un paso crucial y fundamental en “la restauración de todas las cosas” (Hech. 3:21).

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