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miércoles, 12 de diciembre de 2018

Devocional 12 Diciembre

Devocional para Adultos 
12 de Diciembre del 2018

¿Cuánto amas a Dios?

«Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos» (Lucas 7: 41, 42).

SIMÓN EL FARISEO invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena. En esa ocasión, explicó la parábola para ayudar a entender cuán grande es el amor de una persona a quien Dios le ha perdonado mucho y le ha dado paz a su corazón. Este gozo no tiene precio, es incalculable. Simón había sido sanado de la lepra por Jesús, pero aún así, su carácter no había sido transformado y sus principios no habían cambiado.

El amor de María por su Salvador fue expresado como Jesús le dijo a Simón:

«Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; pero con lágrimas de arrepentimiento, impulsada por el amor, María ha lavado mis pies, y los ha secado con su cabellera. No me diste beso, mas esta, que tú desprecias, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies». Cristo enumeró las oportunidades que Simón había tenido para mostrar el amor que tenía por su Señor, y su aprecio de lo que había sido hecho en su favor (E. G. White, El Deseado de todas las gentes, pág. 563).

¿Cuánto amas tú a Dios? ¿Poco o mucho? María con mucho esfuerzo y sacrificio compró un perfume muy fino, para ungir a Jesús en vida, es decir, cuando hay que dar todo el amor posible a Dios y a nuestros semejantes.

En el entierro, su dulzura solo hubiese llenado la tumba, pero ahora llenó su corazón con la seguridad de su fe y amor. José de Arimatea y Nicodemo no ofrecieron su don de amor a Jesús durante su vida. Con lágrimas amargas, trajeron sus costosas especias para su cuerpo rígido e inconsciente. Las mujeres que llevaron sustancias aromáticas a la tumba, hallaron que su diligencia era vana, porque él había resucitado (ídem, pág. 558).

Pero María, al derramar su ofrenda sobre Cristo, mientras él era consciente de su devoción, le ungió para la sepultura. Muchos son los que ofrecen sus más valiosas ofrendas a los muertos, y en la tumba abundan en palabras de amor, ternura y aprecio, pero ya no los ven ni oyen. En vida se necesitan las palabras de amor, amabilidad y cariño.

Son pocos los que aprecian todo lo que Cristo es para ellos. Si lo hiciesen expresarían el gran amor de María, ofrendarían libremente el perfume, y no lo considerarían un derroche. Nada tendrían por demasiado costoso para darlo a Cristo, ningún acto de abnegación o sacrificio personal les parecería demasiado grande para soportarlo por amor a él (ídem, pág. 561).

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